Ha dedicado muchos artículos, y algún libro, Arcadi Espada a denunciar la marginación de los valores fundacionales de la izquierda, por parte del socialismo español, en favor de la sumisión al nacionalismo. La última vez fue este
viernes.
El más persistente analista de este fenómeno seguramente ha sido Félix Ovejero Lucas, en trabajos como “Contra Cromagnon. Nacionalismo, ciudadanía, democracia” (
Montesinos, Barcelona, 2007), con pasajes como el que sigue:
“La relación de una parte de la izquierda española con el nacionalismo es enigmática. A la vez que se declara no nacionalista, defiende todo lo que los nacionalistas defienden. La implicación se impone: o bien los nacionalistas no son nacionalistas o bien la izquierda es nacionalista. La primera posibilidad resulta improbable. La segunda nos deja a las puertas de una pregunta: ¿puede ser nacionalista la izquierda?”.La respuesta ya la sabemos.
Tal vez estoy equivocado, pero en los artículos en que Arcadi y otros tratan el asunto sigo vislumbrando, después de tantos años, un poso de sorpresa, como si aún no se hubieran dado cuenta de que el Partido Socialista ha marginado sus valores fundacionales con el único propósito de conseguir el poder y perpetuarse en él. Ya sé que ni el Sr. Espada ni el Sr. Ovejero tienen una mirada candorosa o ingenua sobre el asunto, pero me sigue extrañando que persistan en la descripción de una situación cuyo análisis válido sólo pasa por considerar que todos nuestros partidos políticos son, en definitiva, empresas de colocación. Si partimos de esta premisa, que los partidos políticos, circunstancialmente, invoquen sus principios (fundacionales o no), no pasa de ser una estrategia del departamento de márqueting.
El Partido Popular, ¡oh sorpresa!, se mueve por los mismos mecanismos. No hay duda de que, si le va el poder en ello, el PP no titubea en pactar con Satán, quien reclamará, cómo no, el correspondiente cargo. Sobran los ejemplos.
Nadie se libra. Si yo fuera un separatista irredento (al tiempo), la verdad es que no estaría muy contento con las alianzas y acciones políticas que está llevando Esquerra Republicana, cuyos dirigentes, es obvio, también se mueven exclusivamente en función del cargo que ocupan o pueden ocupar.
Ante esta panorama tan
entusiasmante, Ciutadans debía constituirse en una novedad que funcionara alejada de los tics partidistas. La historia es conocida: Ciutadans no sólo no ha sabido romper la baraja sino que se ha sentado a la mesa de juego. Y en tres manos estará fuera de la timba. UPyD aún no ha tenido tiempo de decepcionarnos demasiado, pero no parece que los demás partidos (y, no se olvide, el sistema electoral) estén dispuestos a dejar que ocupe un espacio realmente significativo e influyente. Les va mucho en ello.
Así las cosas, quizá deberíamos acordarnos más a menudo de la gente del PP y PSOE en el País Vasco. Se supone (es la inercia) que los representantes de estos dos partidos también albergarán ambiciones de cargo, pero, sinceramente, no parece que la prioridad vital de un concejal del PP en Bermeo sea la vicepresidencia de la Diputación de Vizcaya, por decir algo. Como acertadamente apunta la Correspondencia que Harkaitz Mendia remitió
13 de noviembre a Arcadi, en Euskadi, la gente del PP (y del PSOE, añado)
“suelen ser jardineros con escolta, o profesores con escolta, o empresarios con escolta. Gente que se juega la vida”.
En fin, lo que hacen estos señores no nos quita el asco general por el sistema. Al contrario: desde otra perspectiva, lo aumenta. No obstante, nada perdemos por dejar constancia de que no todo es oportunismo electoral o especulación clientelar. Pues eso: que conste.