domingo, marzo 28, 2010
Versiones IV
Johny Cash- Personal Jesus (original de Depeche Mode)
Your own personal jesus
Someone to hear your prayers
Someone who cares
Your own personal jesus
Someone to hear your prayers
Someone who’s there
Feeling unknown
And you’re all alone
Flesh and bone
By the telephone
Lift up the receiver
I’ll make you a believer
Take second best
Put me to the test
Things on your chest
You need to confess
I will deliver
You know I’m a forgiver
Reach out and touch faith
Reach out and touch faith
Your own personal jesus...
Feeling unknown
And you’re all alone
Flesh and bone
By the telephone
Lift up the receiver
I’ll make you a believer
I will deliver
You know I’m a forgiver
Reach out and touch faith
Your own personal jesus
Reach out and touch faith
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viernes, marzo 19, 2010
Versiones III
Roger Mas- Ni una sola paraula (original de Paulina Rubio)
Està cridant ja ho sé que va a la seva
el cor només escolta el teu cap.
Però agon te vas?
M'estàs escoltant?
On és l'orgull en que havíem quedat?
La nit comença i amb ella el meu camí,
et busco sola
amb el meu millor vestit.
Però on collons estàs?
Què és el que coll passa?
Què és el que queda després de tots aquests anys?
Miro aquests ulls teus que un dia em miraven,
busco la boca, les mans, una abraçada.
Però tu no sents res de res
i et disfresses de cordialitat.
Ni una sola paraula
ni gestos, ni mirades apassionades
ni rastre dels petons que abans em donaves
fins que sortia el sol oh oh ol.
Ni una d'aquelles rialles
per les que cada nit i cada un dels dies
somiquen aquests ulls en els que tu ara et veus.
Com una joguina picant contra pared
surto a trobar-te i em perdo perquè busco
una oportunitat, un miracle, un encanteri,
tornar-me guapo i tu més guapa encara.
Davant d'aquests ulls que un dia em miraven
poso l'esquena i duu unes quantes passes
i compto una altra derrota
mentre per sota em dic que mai més.
Ni una sola paraula
ni gestos, ni mirades apassionades
ni rastre dels petons que abans em donaves
fins que sortia el sol oh oh ol.
Ni una d'aquelles rialles
per les que cada nit i cada un dels dies
somiquen aquests ulls en els que tu ara et veus.
Això no pot ser
no sóc jo
tinc una nosa dins del cor
per no ser de gel quan el cel em demana paciència
Ni una sola paraula
ni gestos, ni mirades apassionades
ni rastre dels petons que abans em donaves
fins que sortia el sol oh oh ol.
Ni una d'aquelles rialles
per les que cada nit i cada un dels dies
somiquen aquests ulls en els que tu ara et veus.
sábado, marzo 13, 2010
Los Planetas se acercan a la reja
Reconozcamos que la última etapa, supuestamente flamenca, de Los Planetas nos da un poco de pereza. Y que estaríamos encantados de que en sus conciertos tocaran sólo canciones de sus tres primeros discos, con algún añadido de los dos siguientes (“Pesadilla”y “Santos”). También confieso yo que, sin invitaciones, no hubiera ido al concierto. Ahora bien, a pesar de todo, Los Planetas son únicos. De entrada, lo que hacen con sus guitarras no lo consigue ningún otro grupo, al menos en España. Y se les ha de reconocer que no son acomodaticios: en lugar de andar por ahí arrastrándose, dedicados a la nostalgia, y tocando por enésima vez “David y Claudia”, prefieren emprender otro camino, más áspero y arriesgado con el que, además, no creo que ganen seguidores.
El concierto era en el Palau de la Música y como parte del festival de flamenco, lo que no impidió que J y compañía levantaran su muro de sonido sin contemplaciones. Y sin concesiones: todas las canciones del concierto fueron de la etapa flamenca, más dos temas de “La ley de la gravedad”, uno de “Unidad de desplazamiento” (“Santos que yo te pinte”) y otro de "Encuentros con identidades" ("Mil millones de veces"). Ni una sola pieza de los tres primeros discos. Es falso que Los Planetas se estén dedicando al flamenco, ni siquiera hacen flamenco-rock (estilo odioso); lo suyo, ahora más que nunca, es la psicodelia y el rock ácido. Durante ochenta minutos de abordaje riguroso, no hubo espacio para apartar las orejas. Tensos, orgánicos y con método, Jota sabe perfectamente dónde quiere llegar en su despliegue sónico, despliegue en el que Florent (guitarra) y Erik (batería) juegan un papel decisivo. Un concierto majestuoso, del que salí, sin embargo, con una pequeña y extraña sensación de pérdida. Supongo que la nostalgia está sobrevalorada.
El concierto era en el Palau de la Música y como parte del festival de flamenco, lo que no impidió que J y compañía levantaran su muro de sonido sin contemplaciones. Y sin concesiones: todas las canciones del concierto fueron de la etapa flamenca, más dos temas de “La ley de la gravedad”, uno de “Unidad de desplazamiento” (“Santos que yo te pinte”) y otro de "Encuentros con identidades" ("Mil millones de veces"). Ni una sola pieza de los tres primeros discos. Es falso que Los Planetas se estén dedicando al flamenco, ni siquiera hacen flamenco-rock (estilo odioso); lo suyo, ahora más que nunca, es la psicodelia y el rock ácido. Durante ochenta minutos de abordaje riguroso, no hubo espacio para apartar las orejas. Tensos, orgánicos y con método, Jota sabe perfectamente dónde quiere llegar en su despliegue sónico, despliegue en el que Florent (guitarra) y Erik (batería) juegan un papel decisivo. Un concierto majestuoso, del que salí, sin embargo, con una pequeña y extraña sensación de pérdida. Supongo que la nostalgia está sobrevalorada.
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martes, marzo 02, 2010
Cambianas
Es estupenda la recopilación de artículos de Julio Camba, «Maneras de ser español» (Luca de Tena, 2006). Y lo es, principalmente, por dos razones. La primera: tratándose de Camba, muy difícil se hace que los artículos recopilados no sean excelentes (aquí lo son la mayoría). La segunda razón es que no se trata de una antología complaciente; se nos muestra a un Camba contradictorio (e, incluso, incoherente), anarquista en sus inicios, conservador en su madurez, desengañado al final.
Por otra parte, lo más importante del libro, como era de esperar, es la modernidad con la que Camba habla de la política, de los españoles, del periodismo o de la gastronomía, de principios del siglo XX. Modernidad, tanto en un sentido formal como de fondo: no hemos cambiado nada.
En el libro, entre muchas otras, hay dos piezas maestras.
En la planta baja (16 de julio de 1912) es una especie de fábula en que, generalizando sin pudor, Camba nos retrata al milímetro:
“Europa es una casa de vecindad. En la planta baja viven los alemanes. Están muy bien instalados, aunque con un mal gusto ostensible. Son unos inquilinos recientes, que no tienen grandes simpatías con nadie. Trabajan mucho y ganan dinero, pero no saben vivir. Comen unas porquerías infectas. Sus criados, los poloneses, hablan mal de ellos a hurtadillas.
Al fondo, en un pabellón aislado, vive la familia inglesa. Gente un poco orgullosa; pero de muy buenas costumbres. (…) Unos dicen que se aburren mucho. Otros aseguran que se pasan la vida bebiendo. ¡Habladurías de patio de vecindad! Lo cierto es que esos ingleses son gente verdaderamente distinguida. Cuando por casualidad se tropiezan con alguno de los alemanes del piso bajo, lo miran con un desdén al que los alemanes no son completamente insensibles.
Los franceses ocupan el principal. Es gente alegre, simpática, comunicativa. (…)
-Esos franceses son muy demócratas –dice la portera.
Tienen mucho dinero, pero no lo gastan al tuntún. Nunca pierden la cabeza, por locos que parezcan.
Algunas veces los vecinos protestan contra la libertad de costumbres que reina en casa de los franceses. Sin embargo, todos ellos van de cuando en cuando a hacerles una visita, porque en casa de los franceses se pasa muy bien el rato. La comida es excelente. Las muchachas encantadoras. (…)
En el segundo viven los italianos. Su casa es verdaderamente artística. Cuadros y estatuas en todos los rincones. Se ve que esa gente ha tenido un pasado magnífico. Actualmente no les va muy bien. Se pasan el día cantando romanzas al piano, con lo que molestan mucho a la vecindad. (…)
Los españoles estamos en el desván. Vivimos entre telarañas y trastos viejos. Todos los días decimos que vamos a renovar el piso; pero no lo hacemos nunca. Nos levantamos muy tarde y tenemos una fama de vagos perfectamente justificada. Cuando alguno de nosotros va de visita al principal, o a la planta baja, o al pabellón de la familia inglesa, entra con un aire de gran señor, como si la gente que nos recibe no supiera que nuestra casa es un desván. Luego vuelve uno al desván y lo encuentra triste. A veces quiere uno ponerse a barrer las telarañas; pero los otros protestan. No tenemos una gorda. Nos morimos de hambre.
-¿Por qué no trabajan ustedes? –nos preguntan los otros vecinos.
Como si la gente de nuestra alcurnia pudiera ponerse a trabajar. ¿Por quién no habrán tomado?
(…) Los inquilinos del desván somos unos hidalgos que no envidiamos a nadie.”
En el tiempo en que Camba es corresponsal en Barcelona, escribe un artículo (La tragedia del catalán, 24 de julio de 1917) que genera una polémica que ahora nos es muy familiar:
“A todos los españoles suele indignarnos mucho el que los catalanes hablen catalán. Hay algo, sin embargo, que nos indigna más, y es el que hablen castellano. Pasamos el acento gallego, pasamos la sintaxis vascongada, lo pasamos todo, pero este dejo especial de los catalanes lo tomamos casi como una ofensa. No concebimos que pueda decirse nada espiritual con acento catalán, nada amable ni nada galante. El catalán, por razón de su acento, está incapacitado para la mayoría de las cosas en cuanto sale de Cataluña. (…)
Y lo terrible es que el catalán no logra nunca abandonar su acento. El acento es más fuerte que el hombre. (…)
El catalán, como idioma, no estaría tan desarrollado si los castellanos hubieran tenido alguna tolerancia con el acento de los catalanes. No la han tenido y los catalanes hablarán más catalán de día en día. Es más: si el catalán, como el andaluz, sólo fuese un acento, si no hubiese un vocabulario catalán y una sintaxis catalana, los catalanes tendrían que inventarlos. De otro modo, su vida sería muy triste, porque el acento catalán les incapacitaría para hablar de toros, para ir de juerga, para decir chistes y para otras cosas que les gustan mucho.”
Después de este artículo, Camba recibe una lluvia de insultos de la parte catalana. Esta es su respuesta:
“Que me llamen perro, que me llamen gato, que me llamen mirlo; pero no que me llamen hiena ni chacal. Estos son insultos para tiranos y no para corresponsales de la Prensa madrileña. Yo no tengo categoría de hiena ni de chacal. Lo confieso modestamente y, acaso con cierta tristeza.(…)
Hay algo de tartarinesco en esto de atribuirle una intención de hiena a la menor broma que se haga sobre Cataluña. En el fondo los catalanes saben muy bien que yo no soy hiena ni chacal, y si me dirigen epítetos tan formidables, no es para darme importancia a mí, sino para dársela a ellos mismos. Al senyor Esteve, allá en su fábrica de Tarrasa o aquí, en su tienda de Barcelona, entre las trencillas y los crudillos y los medapolanes, le halaga mucho el imaginarse a sí propio rodeado de fieras amenazadoras y terribles…” (Cataluña y el humorismo o una cuestión de incompatibilidad, 6 de agosto de 1917).
Camba tampoco se corta con los vascos (“yo he creído en el vascuence hasta que lo he oído hablar”) ni con los gallegos (“el gallego se va deshaciendo en el castellano, y ésta es su obra: la de enriquecer el idioma común con buena cantidad de expresiones pintorescas y de giros nuevos”). Bien, a veces se pasa, pero su análisis de los nacionalismos es impecable:
Por otra parte, lo más importante del libro, como era de esperar, es la modernidad con la que Camba habla de la política, de los españoles, del periodismo o de la gastronomía, de principios del siglo XX. Modernidad, tanto en un sentido formal como de fondo: no hemos cambiado nada.
En el libro, entre muchas otras, hay dos piezas maestras.
En la planta baja (16 de julio de 1912) es una especie de fábula en que, generalizando sin pudor, Camba nos retrata al milímetro:
“Europa es una casa de vecindad. En la planta baja viven los alemanes. Están muy bien instalados, aunque con un mal gusto ostensible. Son unos inquilinos recientes, que no tienen grandes simpatías con nadie. Trabajan mucho y ganan dinero, pero no saben vivir. Comen unas porquerías infectas. Sus criados, los poloneses, hablan mal de ellos a hurtadillas.
Al fondo, en un pabellón aislado, vive la familia inglesa. Gente un poco orgullosa; pero de muy buenas costumbres. (…) Unos dicen que se aburren mucho. Otros aseguran que se pasan la vida bebiendo. ¡Habladurías de patio de vecindad! Lo cierto es que esos ingleses son gente verdaderamente distinguida. Cuando por casualidad se tropiezan con alguno de los alemanes del piso bajo, lo miran con un desdén al que los alemanes no son completamente insensibles.
Los franceses ocupan el principal. Es gente alegre, simpática, comunicativa. (…)
-Esos franceses son muy demócratas –dice la portera.
Tienen mucho dinero, pero no lo gastan al tuntún. Nunca pierden la cabeza, por locos que parezcan.
Algunas veces los vecinos protestan contra la libertad de costumbres que reina en casa de los franceses. Sin embargo, todos ellos van de cuando en cuando a hacerles una visita, porque en casa de los franceses se pasa muy bien el rato. La comida es excelente. Las muchachas encantadoras. (…)
En el segundo viven los italianos. Su casa es verdaderamente artística. Cuadros y estatuas en todos los rincones. Se ve que esa gente ha tenido un pasado magnífico. Actualmente no les va muy bien. Se pasan el día cantando romanzas al piano, con lo que molestan mucho a la vecindad. (…)
Los españoles estamos en el desván. Vivimos entre telarañas y trastos viejos. Todos los días decimos que vamos a renovar el piso; pero no lo hacemos nunca. Nos levantamos muy tarde y tenemos una fama de vagos perfectamente justificada. Cuando alguno de nosotros va de visita al principal, o a la planta baja, o al pabellón de la familia inglesa, entra con un aire de gran señor, como si la gente que nos recibe no supiera que nuestra casa es un desván. Luego vuelve uno al desván y lo encuentra triste. A veces quiere uno ponerse a barrer las telarañas; pero los otros protestan. No tenemos una gorda. Nos morimos de hambre.
-¿Por qué no trabajan ustedes? –nos preguntan los otros vecinos.
Como si la gente de nuestra alcurnia pudiera ponerse a trabajar. ¿Por quién no habrán tomado?
(…) Los inquilinos del desván somos unos hidalgos que no envidiamos a nadie.”
En el tiempo en que Camba es corresponsal en Barcelona, escribe un artículo (La tragedia del catalán, 24 de julio de 1917) que genera una polémica que ahora nos es muy familiar:
“A todos los españoles suele indignarnos mucho el que los catalanes hablen catalán. Hay algo, sin embargo, que nos indigna más, y es el que hablen castellano. Pasamos el acento gallego, pasamos la sintaxis vascongada, lo pasamos todo, pero este dejo especial de los catalanes lo tomamos casi como una ofensa. No concebimos que pueda decirse nada espiritual con acento catalán, nada amable ni nada galante. El catalán, por razón de su acento, está incapacitado para la mayoría de las cosas en cuanto sale de Cataluña. (…)
Y lo terrible es que el catalán no logra nunca abandonar su acento. El acento es más fuerte que el hombre. (…)
El catalán, como idioma, no estaría tan desarrollado si los castellanos hubieran tenido alguna tolerancia con el acento de los catalanes. No la han tenido y los catalanes hablarán más catalán de día en día. Es más: si el catalán, como el andaluz, sólo fuese un acento, si no hubiese un vocabulario catalán y una sintaxis catalana, los catalanes tendrían que inventarlos. De otro modo, su vida sería muy triste, porque el acento catalán les incapacitaría para hablar de toros, para ir de juerga, para decir chistes y para otras cosas que les gustan mucho.”
Después de este artículo, Camba recibe una lluvia de insultos de la parte catalana. Esta es su respuesta:
“Que me llamen perro, que me llamen gato, que me llamen mirlo; pero no que me llamen hiena ni chacal. Estos son insultos para tiranos y no para corresponsales de la Prensa madrileña. Yo no tengo categoría de hiena ni de chacal. Lo confieso modestamente y, acaso con cierta tristeza.(…)
Hay algo de tartarinesco en esto de atribuirle una intención de hiena a la menor broma que se haga sobre Cataluña. En el fondo los catalanes saben muy bien que yo no soy hiena ni chacal, y si me dirigen epítetos tan formidables, no es para darme importancia a mí, sino para dársela a ellos mismos. Al senyor Esteve, allá en su fábrica de Tarrasa o aquí, en su tienda de Barcelona, entre las trencillas y los crudillos y los medapolanes, le halaga mucho el imaginarse a sí propio rodeado de fieras amenazadoras y terribles…” (Cataluña y el humorismo o una cuestión de incompatibilidad, 6 de agosto de 1917).
Camba tampoco se corta con los vascos (“yo he creído en el vascuence hasta que lo he oído hablar”) ni con los gallegos (“el gallego se va deshaciendo en el castellano, y ésta es su obra: la de enriquecer el idioma común con buena cantidad de expresiones pintorescas y de giros nuevos”). Bien, a veces se pasa, pero su análisis de los nacionalismos es impecable:
“El regionalismo tiene en todas partes un defecto fundamental, que ya le señaló Baroja al regionalismo catalán: el de substituir con un problema casero los grandes problemas de nuestro siglo” (La cursilería del regionalismo, 22 de junio de 2008).
“Una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Es cuestión de quince años y un millón de pesetas” (La verdadera nacionalidad, 1 de julio de 1918).
Como se ve, los españoles seguimos siendo una panda de vagos, los catalanes, unos insufribles llorones, y Camba, un articulista portentoso.
Acabo y les dejo con un párrafo tremendo:
Como se ve, los españoles seguimos siendo una panda de vagos, los catalanes, unos insufribles llorones, y Camba, un articulista portentoso.
Acabo y les dejo con un párrafo tremendo:
“Ya se sabe que no son los electores quienes eligen a los candidatos, sino los candidatos quienes eligen a los electores. Después de todo, acaso deba ser así, puesto que no son los electores quienes necesitan a los candidatos, sino al contrario: los candidatos necesitan a los electores para ser diputados” (El sufragio universal, 23 de mayo de 1907).
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(Publicado en Nickjournal)
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