lunes, julio 27, 2009

Fogonazos



Estupenda novela, Los detectives salvajes. Empecé el libro con ciertas prevenciones, pues últimamente lo de Bolaño empezaba a saturar. Tampoco ayudaba demasiado la reseña de la contraportada, en la que se deslizaban ciertas comparaciones con Rayuela. Lo último que me quería tragar era un remedo de Rayuela. No. Los detectives salvajes es la antirrayuela: no es farragosa, no es pedante, tampoco es hueca ni pomposa, y no se hace larga.

Además tiene un estupendo humor, a veces negro, otras absurdo, siempre certero. Bolaño utiliza el ya clásico recurso de la digresión, del que se suele abusar, pero no nos endilga ladrillos a la manera de, por decir alguien, Javier Marías. Bolaño es más concreto, sus reflexiones son fogonazos breves y eficaces. Esto es, por ejemplo, lo que dice uno de los personajes, escritor, para más señas:

“No sólo ante mí mismo ni solo ante los espejos ni en la hora de la muerte que espero tarde en llegar, sino ante mis hijos y mi mujer y ante la vida serena que construyo, debo reconocer: 1) Que en época de Stalin yo no hubiera malgastado mi juventud en el Gulag ni hubiera acabado con un tiro en la nuca. 2) Que en época de McCarthy yo no hubiera perdido mi empleo ni hubiera tenido que despachar gasolina en una gasolinera. 3) Que en época de Hitler, sin embargo, yo habría sido uno de los que tomaron el camino del exilio y que en época de Franco no habría compuesto sonetos al Caudillo ni a la Virgen Bendita como tantos demócratas de toda la vida. Y una cosa va por la otra. Mi valor es limitado, bien cierto, mis tragaderas también.”

Hace unos días, Pérez-Reverte cargaba contra Bolaño. Da la sensación de que Bolaño fue el escritor que Pérez-Reverte siempre quiso ser (y nunca será). Unos de los fogonazos escondidos en Los detectives salvajes sería perfectamente aplicable a Pérez-Reverte, y a muchos otros:

“A mi modesto entender, el problema radicaba en que Baca era el modelo de escritor Unamuno, bastante frecuente en los últimos años, que a las primeras de cambio lanzaba su perorata llena de moralina, la típica perorata española ejemplarizante e iracunda, la perorata del sentido común o la perorata sacrosanta…”.

No les canso más. Los detectives salvajes, con sus defectos, es un libro divertido, triste, extraño y sorprendente, que no se deben perder.

1 comentario:

Josepepe dijo...

RB, el AB del TM.