La crítica musical, siempre tan moderna, picajosa y pedante, ha despreciado sistemáticamente a Pink Floyd. Sobretodo a los Pink Floyd post-Barrett (o, lo que es lo mismo, a los Pink Floyd de Roger Waters). El Rock de Lux, por ejemplo, nunca ha puesto al Dark side of the moon en ninguna de sus famosas listas. Si ha tenido (casi por obligación) que incluir algo de ellos, ha sido siempre alguno de los discos de Syd Barrett. El asunto aquí es la legendaria incapacidad de la crítica para dejarse llevar, para observar las cosas con cierta naturalidad. Porque, evidentemente, a Pink Floyd hay que tomárselos con candor. Ya sabemos que el presunto mensaje de The Wall es infantil. Pero, a día de hoy, ¿quién se lo toma en serio? Es más, ¿a quién le importa? Al concierto de Waters había que ir a disfrutar ingenuamente, sin pretensiones, con una actitud precisamente infantil. Desde este punto de vista el concierto resultó apabullante. Al crítico de turno, en realidad, la da rabia reconocer que los músicos eran buenísimos, que los efectos visuales y de sonido fueron impresionantes, que canciones como Mother o Comfortably numb son pelotazos indiscutibles, que nadie echó a faltar a Gilmour, y que, en definitiva, se lo pasó pipa.
jueves, marzo 31, 2011
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4 comentarios:
Tal cual.
Desierto, tienes un clon que comenta en el-mundo.es
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/04/espana/1301913970.html#comentarios
comentario nº 7
Una admiradora
infantil, no; desprejuiciado. los de letras no deberían hablar de música.
Y los de ciencias simplemente no deberían hablar.
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